Neutralidad

La neutralidad es uno de los fundamentos de la política exterior helvética. Prohíbe a Suiza participar en conflictos armados e ingresar en alianzas militares. Desde 1815 Suiza es reconocida oficialmente por la comunidad internacional de Estados como país neutral.

Fuente con globo delante de la sede de Naciones Unidas en Ginebra.
La tradición humanitaria y la neutralidad de Suiza fueron motivo para que Naciones Unidas y numerosas organizaciones no gubernamentales establecieran sus sedes en Ginebra. © DFAE, Presencia Suiza

La neutralidad suiza se remonta a la derrota de los confederados en la batalla de Marignano del año 1515 y a los Tratados de Westfalia de 1648, que supusieron el punto final de la Guerra de los Treinta Años. Sin embargo, la neutralidad suiza no fue reconocida oficialmente por la comunidad internacional de Estados hasta el Congreso de Viena de 1815. Como Estado neutral, Suiza no participa en conflictos de otros Estados, ni proporciona ayuda armada y se abstiene de ingresar en alianzas militares. Con su adhesión a la Convención de La Haya en 1907, Suiza formalizó su neutralidad. Esta Convención establece los derechos y las obligaciones de los Estados neutrales en tiempos de guerra.

El final de la Guerra Fría dio ocasión a Suiza para reexaminar su política de neutralidad. Así, por ejemplo, apoyó las sanciones económicas impuestas a Irak durante la primera Guerra del Golfo de 1991, formó parte en 1996 de la "Asociación para la Paz" de la OTAN y envió en 1999 a efectivos voluntarios no armados del ejército para apoyar los esfuerzos pacificadores en Kosovo.

Con ocasión de una votación popular celebrada en el año 2001, el electorado suizo aprobó por una escueta mayoría permitir la provisión con armas de los efectivos suizos en intervenciones para el mantenimiento de la paz. En 2002, Suiza dio un paso más en dirección a una política de neutralidad más activa al ingresar en la ONU.

La neutralidad forma parte de la conciencia colectiva del país y cuenta con un amplio apoyo en la población. Permite, asimismo, la cohesión interna entre los distintos grupos lingüísticos y confesionales y desempeña una función determinante para Suiza a la hora de ofrecer sus buenos oficios.