A pesar de que Ginebra ya no es el centro de la industria relojera, es la cuna de la relojería helvética. Un paseo por la ciudad demuestra esta estrecha relación que la ciudad de Calvino mantiene con el reloj.
Relojes no se pueden encontrar solamente en las tiendas exclusivas en la Rue du Rhône (calle del Ródano); muy llamativo es por ejemplo el Horloge Fleurie (reloj floral) en el Jardín Inglés en la ribera del General Guisan que fue “plantado” en 1955. El cultivo del reloj (que mide cinco metros de diámetro) es muy trabajoso: se necesitan más de 6.500 plantas para decorar el reloj. Además, la composición floral de la esfera con sus ocho círculos se adapta a las estaciones del año, una complicación muy peculiar. El segundero del reloj alcanza 2,5 metros y es el más largo del mundo.
Otro reloj récord se encuentra en el Hotel Cornavin en la avenida James-Fazy: su péndulo tiene una longitud de 30 metros —más largo que cualquier otro péndulo en el mundo— y llega desde el noveno piso hasta el salón en la planta baja.
Otro ejemplar extraordinario es el reloj del relojero Edouard Wirth en el pasaje Malbuisson. A cada hora, las dieciséis campanas tocan una melodía, al tiempo que desfilan figuras que representan la Escalada, la victoria final de la población ginebrina contra las tropas saboyanas en el año 1602. El reloj fue inaugurado en 1962.
En el muelle Wilson cerca del parque Perle du Lac (perla del lago) se encuentra desde 1997 otra obra valiosa del arte relojero: el reloj solar de láser que combina la tradicional relojería con la tecnología más moderna. El reloj tiene un diámetro de 6,4 metros. Cuando las rayas del sol alumbran las fibras de vidrio, el acero afinado y el vidrio laminado dejan transparentar 198 estrellas y hacen destellar un mapa celeste.