La montaña ocupa dos tercios del territorio suizo. Del calor canicular al frío glacial, de la vegetación pobre a la exuberante, del clima muy seco al muy húmedo: las montañas son un verdadero tesoro de la naturaleza. Es un entorno más bien hostil, pero una serie de animales y plantas han logrado adaptarse a él.
Fauna y flora de montaña
Los entornos alpinos ofrecen un refugio para una serie de especies animales y vegetales raras y al mismo tiempo ilustran la belleza de la naturaleza en todas sus facetas. Constituyen un espacio único para la fauna silvestre.
Numerosas especies alpinas desparecieron o casi a principios del siglo XX por culpa de la explotación por el hombre y la caza, pero algunas como el íbice, la gamuza o el quebrantahuesos se han podido reintroducir con éxito.
Suiza se compromete a preservar la biodiversidad de sus montañas y comparte sus conocimientos mediante proyectos de cooperación. De esta manera, el país alpino pone al servicio de otras comunidades de montaña sus experiencias adquiridas en el ámbito social, económico y ambiental.
Los Alpes son un refugio para la fauna silvestre
Los Alpes son un refugio para la fauna silvestre. Desde los ungulados hasta los reptiles pasando por los grandes depredadores, el macizo alpino es rico en biodiversidad. El lobo, el lince y el oso formaron ya parte de la fauna indígena antes de su extinción. Hoy en día, vuelven a aparecer progresivamente.
Gamuza
Sin lugar a dudas, la gamuza es el mamífero más conocido de los Alpes. Es un animal muy ágil que salta y trepa en las rocas con una soltura extraordinaria. En el folklore helvético, la gamuza goza de la protección de los espíritus de la montaña, aunque esto no impida al hombre de cazarla. La población actual vive en los Alpes y el Jurá y se estima en 90.000 individuos.
Íbice
El íbice tiene una acusada preferencia por las laderas rocosas de los Alpes, donde se mueve con habilidad en los lugares más escarpados. Las virtudes medicinales atribuidas al animal han provocado la extinción de la especie en el siglo XIX. Entre 1920 y 1930 tuvo lugar la reintroducción del íbice en el cantón de los Grisones, que lleva la cabra de los Alpes en su escudo. También se encuentran rebaños reintroducidos en los cantones de Berna y del Valais. En la actualidad se registra un total de 15.000 individuos.
Marmota
La marmota vive en colonias con hasta quince individuos. Cava galerías y cámaras en los pastizales y solo sale de su madriguera para comer. Dado que hiberna durante casi seis meses, pasa la mayor parte del semestre veraniego acumulando reservas de grasa. En verano es relativamente fácil avistarla, y más aún oírla. De hecho, cuando se avecina un peligro, emite silbidos agudos. Las marmotas son originarias de los Alpes, pero entretanto también se han introducido en la cordillera del Jurá.
Salamandra alpina
La salamandra alpina es el único anfibio vivíparo de Europa. Habita zonas de hasta 3.000 metros de altitud y su gestación puede durar hasta tres años para aquellos animales que viven a más de 1.400 metros de altitud. Prefiere entornos húmedos como los bosques alpinos, los terrenos pedregosos o las praderas alpinas. La salamandra alpina puede alcanzar una talla de hasta 16 centímetros y se nutre, esencialmente, de escarabajos, arañas y ciempiés.
Lince
El lince es el felino salvaje más grande de Europa. Juega un papel importante en el ecosistema porque caza pequeños ungulados como los corzos o las gamuzas. Hoy en día, alrededor de 300 linces han elegido como domicilio los bosques helvéticos. A pesar de haberse formado una población estable en Suiza, se sigue considerando al lince como una especie amenazada en Europa central.
Lobo
Desde la vuelta del lobo en 1995, su población no ha dejado de crecer: actualmente se registran cerca de 80 individuos, establecidos en una docena de cantones. Los animales emigraron de Italia y Francia, donde las poblaciones lupinas se han extendido nuevamente. En 2012 se formó la primera manada; hoy ya son ocho. Suiza no apoya activamente el retorno del lobo. Pero se está preparando para ello, dado que el animal ha vuelto por sí solo.
Oso
Tras un siglo de ausencia, varios osos pardos han migrado a Suiza a lo largo de las últimas décadas. Desde 2005 entran en Suiza a intervalos periódicos desde el Parque nacional italiano Adamello Brenta. A diferencia de Italia y Austria, no existe en Suiza un proyecto para la reintroducción del oso. El retorno del plantígrado en Suiza es, por tanto, el resultado de una migración natural.
En nuestras montañas viven aves majestuosas
En nuestras montañas viven aves majestuosas: águilas reales, quebrantahuesos, cascanueces o gallos lira, todas estas especies se pueden observar en Suiza. Son los dominadores de los cielos en nuestros paisajes alpinos.
Águila real
El águila real es una de las aves rapaces más grandes de Suiza, con una envergadura alar que puede superar los dos metros. Se alimenta principalmente de mamíferos y aves terrestres, particularmente de liebres, marmotas y zorros. Su excelente facultad visual es su herramienta principal: estudios han comprobado que su vista es tan aguda que es capaz de divisar una liebre a un kilómetro de distancia. El hábitat del águila real se sitúa entre los 1.500 y 3.000 metros de altitud. Estas aves forman parejas de por vida y defienden un territorio con una superficie de entre 50 y 100 km2. Según estimaciones, la población de águilas reales asciende en Suiza a 300 parejas.
Quebrantahuesos
El quebrantahuesos es el ave más grande de los Alpes, con una envergadura media de 2,8 metros. Su nombre científico —gipaeto barbado— alude a la perilla de plumaje negro que lleva en la base de su pico. Es el único buitre especializado en la alimentación de huesos de animales muertos. Había desaparecido de los Alpes a finales del siglo XIX como consecuencia de la escasez de alimentos y sobre todo por la persecución del hombre. Tenía la mala fama de ser un «ladrón de corderos», o incluso de niños. Gracias a un programa de reintroducción, al que además de Suiza se asociaron países como Austria, Francia, Alemania e Italia, el quebrantahuesos volvió a ocupar su hábitat natural en todo el arco alpino, donde su número asciende hoy a un total de 220 individuos.
Cascanueces común
El cascanueces común mide unos 30 centímetros y pesa entre 150 y 210 gramos. En Suiza está extendido en cotas superiores a 700 metros de altitud en el Jurá y por encima de los 1.000 metros en los Alpes, y sube hasta el límite máximo de la arboleda. En invierno, el cascanueces cava agujeros en la nieve con una profundidad de hasta 130 centímetros para guardar sus provisiones. Esta ave juega un rol importante en el ciclo vital del pino cembro, una conífera de los Alpes centrales que crece a más de 1.100 metros de altitud. Durante el invierno se alimenta de las semillas del pino que esconde en el bosque. Estos piñones que el cascanueces entierra pero no come a lo largo del invierno, germinan luego en primavera y dan lugar al nacimiento de retoños. Ello contribuye a conservar la población de pinos cembros.
Gallo lira común
El macho del gallo lira común impresiona con su plumaje negro azulado y su cola en forma de lira. La hembra es más pequeña y su plumaje es de color marrón rojizo. El hábitat natural de esta ave se encuentra en zonas subalpinas a una altitud de entre 1.200 a 2.200 metros. En invierno forma iglús en la nieve polvo, donde descansa protegido contra las más bajas temperaturas. Su plumaje es un excelente aislante y los dedos de sus patas poseen una franja de escamas córneas que facilitan los desplazamientos en la nieve. Esta ave se alimenta de diversas flores, de frutos, granos y hojas de ericáceas, y en invierno de agujas de pino y abeto.
Seiscientas especies de fanerógamas existen solo en el arco alpino o tienen aquí su principal área de distribución.
Seiscientas especies de plantas fanerógamas existen solo en el arco alpino o tienen aquí su principal área de distribución. Las zonas situadas por encima del límite superior del arbolado parecen hostiles y áridas, sin embargo, esconden tal riqueza de microhábitats que dan paso a una biodiversidad asombrosa. Esta biodiversidad más allá del límite de la vegetación arbórea se explica por la heterogeneidad de la topografía.
Edelweiss
Los científicos creen que la flor de las nieves migró de Asia a los Alpes en el transcurso del período glacial. Hoy habita las áreas entre los 2.000 y 3.000 metros de altitud en distintos países alpinos. Florece entre julio y septiembre en rocas calcáreas bien expuestas, aunque también se pueden encontrar en las márgenes de praderas. Pese a su apariencia delicada, se trata de una flor concebida para resistir condiciones climáticas extremas, desde su tallo subterráneo resistente al viento hasta sus brácteas vellosas que reducen la evapotranspiración y protegen contra los rayos ultravioleta. Hoy, el edelweiss no crea solo un vínculo con la naturaleza y la belleza de Suiza, sino que constituye también una marca de fábrica, un sinónimo de calidad suiza y exclusividad.
Supervivencia en la montaña
El edelweiss es la más célebre de las flores alpinas, mientras que la saxífraga púrpura es la campeona de la supervivencia: se ha localizado en niveles de hasta 4.500 metros de altitud. Las plantas que crecen en peñas escarpadas y terrenos pedregosos, combinan varias estrategias para paliar la escasez crónica de agua. Algunas poseen pelusas que desvían los rayos de sol y forman una capa protectora capaz de retener la humedad. Otras están provistas de capas céreas que ofrecen las mismas ventajas. Por ejemplo, las plantas suculentas acumulan agua en sus hojas gruesas, y muchas entre ellas tienen forma de roseta, de tal manera que cada hoja hace sombra a las de abajo. Otras especies finalmente luchan contra la sequía creciendo solo pocos centímetros por encima del suelo, lo cual les permite estar al abrigo de los vientos secos.
Reproducción
Los colores impactantes de los pastos alpinos tienen una importancia vital para la salud y la reproducción de sus flores. Por un lado, los pigmentos protegen a las plantas de los rayos ultravioleta, particularmente intensos en la altitud. Y por otro lado, sus colores vivaces atraen un gran número de abejas y otros abejorros durante las semanas de buen tiempo primaveral. Sin la intervención de estos insectos polinizadores, las flores serían incapaces de reproducirse.
Resistiendo a los herbívoros
Las plantas que comparten su hábitat con mamíferos herbívoros deben poder reproducirse antes de convertirse en pasto de estos animales. La evolución ha dotado a ciertas especies con recursos protectores eficaces: hojas gruesas o espinosas, poco apreciadas por los rumiantes alpinos, aseguran a las plantas una vida más larga y, por consiguiente, mejores posibilidades para la reproducción. Para evitar ser pisoteadas, algunas plantas delicadas como las orquídeas se han establecido en zonas rocosas o en acantilados. Otras especies vegetales han desarrollado raigambres sólidas que les permiten sobrevivir a las embestidas de animales hambrientos.
En la roca
Con el deshielo de los glaciares se liberan terrenos pedregosos e instables carentes de sustancias nutritivas. No obstante, hay plantas que logran colonizar estos terrenos hostiles. Las primeras en aventurarse son los musgos, que producen una escasa capa de humus al descomponerse. De este modo abren el camino a las saxífragas y a las linarias que logran arraigarse aquí. El gran problema para estas pioneras no es tanto la escasez de nutrientes, sino más bien la constante inestabilidad del terreno. Para protegerse, incluso las más pequeñas plantas se dejan ayudar acoplándose a raíces que pueden alcanzar un metro de profundidad. Gracias a esta red subterránea, estas plantas son capaces de desarrollar nuevos brotes en el caso de producirse un desprendimiento de rocas. La montaña también es el hábitat de uno de los árboles más pequeños del mundo: el sauce enano. Su tronco permanece completamente bajo tierra y solo algunas ramas salen a la superficie. Este modo de vida le permite proveerse de más calor y protegerse contra las ráfagas de viento.
Los suizos aman todas las montañas. Otros Estados de montaña han logrado atraer proyectos de desarrollo de Suiza…
Los pequeños Estados de montaña siempre han sabido atraer los proyectos de desarrollo suizos. De este modo, Suiza ha conseguido adquirir una gran experiencia en el ámbito social, económico y medioambiental, que pone al servicio de otras comunidades de montaña tratando siempre de encontrar el mejor equilibrio entre protección y desarrollo. Un ejemplo es el proyecto Alianza Centroasiática para las Montañas (CAMP, por sus siglas en inglés), en el que ha participado la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) y cuyo objetivo consiste en fomentar el desarrollo sostenible.